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Elote umbilical

Elote Archivo

@chefjuanangel

-¡Wiiiiiiiiiiiiii!-

-¡Más rápidooooo! ¡Empújameeee!-

-¡Wiiiiiiii!-

-¡No empujen, estamos haciendo fila ordenadamente!-

-Pero nos estamos resbalando, ¡apúrenleeee!-

Las almas de centenares de granos de elote hacían fila para llegar a su destino final -¡Mira, allá viene un alma oscura!- en ese momento todos abrieron fila temerosamente para que el etéreo cuerpo prietito entrara directo...

-¡Catalina, te vas a resbalar, deja ahí mujer!-

-¡No estés neceando viejo, me gusta mucho estar aquí!- contestó la susodicha mientra zambullía los pies hinchados en el zoquete para atravesar un bordo de tierra deshecho por la lluvia -¡Agárrame de la mano, cabezón, y deja de estarme criticando!- Catalina levantó sus enaguas y tomada de la mano de su esposo dio un gran salto que atravesó el lodazal, la acequia de agua y cayó parada sobre sus dos pies en tierra firme y húmeda; caminó tranquilamente por en medio del pasillo, las hojas de maíz rozaban su vientre y el aire llenaba los pulmones de un aroma a maíz que le daba el mayor placer y felicidad a sus 3 meses de embarazo.

-Te vas a empachar mujer. ¡Espérate a que estén las brasas!- su esposo luchaba contra el aire del campo para encender una fogata, pero ante el gran antojo y ansiedad, Catalina jalaba las mazorcas con sus manos, pelaba la punta, hacía los pelos a un ladito y modía los granos más tiernos, en su boca explotaba el jugo blancuzco y luego los aventaba dentro de un costal de yute que arrastraba por la tierra.

-Ven aquí mujer, ya están las brasas- Angelito llevaba diariamente a su esposa a la milpa, aún no era tiempo de cosecha, pero tenía miedo de las premoniciones de las más ancianas de la Capital del Mundo -Vale más que le des elote, si no el chamaco te va a salir cacarizo- y había quienes aseguraban -Si no le das elote, el chamaco te va a salir con los dientes podridos- Así que para no arriesgarse, la mayoría de las tardes ensillaba una mula, ponía un banquito para que su mujer brincara y se sentara de lado, mientras él jalaba las riendas camino a la milpa de maíz -Ahora sí Catalina, ya están los elotes asados- sobre tres tinamastes, Angelito atravesó algunos fierros viejos y encima acomodó los elotes tiernos, recién cortados y pelados; cuando estuvieron dorados por el fuego, les aventó sal que guardaba en la bolsa trasera de su pantalón y puso la mazorca sobre una hoja de maíz -Ahora sí vieja, éntrale duro, no vaya a ser que el chamaco salga feo- Cada vez que Catalina mordía un elote tocaba su pequeña pancita y cantaba -Tinguililinguilingui... agu, agu, ¿a quién le gustan los elotes tanto como a mí?- 

A los 6 meses, la vida los sorprendió con una chamaca -Viejita, creo que te faltó comer elote, salió prietita y fellollona- Sonrío Ángel mientras nerviosamente le lanzaba piropos irónicos a la recién nacida. Pasaron los años, la Prietuzca creció y junto a cada centímentro de estatura se duplicó el gusto por el maíz en cualquiera de sus presentaciones: cocido, asado, en tortilla, tamal, chilaquil, taco dorado, coctel, sopa, caldo y de vez en cuando una mordidita a la mazorca cruda para quitar el antojo, y es que las almas de todos los granos consumidos por su mamá durante el embarazo, llegaron a su cuerpo mediante el cordón umbilical para convertirla en una fanática del maíz. A final de cuentas, la comida que come una embarazada es la información inicial que recibe una criatura para empezar la educación del paladar. Así que, entre más cochinadas coma una mamá durante el embarazo y lactancia, más cerradas serán las mentes de sus hijos para aceptar nuevos sabores en su vida; comprobado científicamente.

 

 

 Chef Juan Ángel Vásquez - Licenciado en Periodismo

y chef profesional, creador de contenidos 

gastronómicos para plataformas digitales

y embajador de marcas de alimentos.