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El arte de estirar

En ocasiones, las madres tienen que ingeniárselas para poder alimentar a sus hijos.

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por Juan Ángel Vásquez

13/08/2024 11:36 / Uniradio Informa / Columnas / Actualizado al 13/08/2024

@chefjuanangel

"Remigia, regreso pasado mañana, te dejo dinero para la comida", firma Julián. 

En la mesa del comedor, junto a un billete de 20 pesos, la mujer encontró un trozo de empaque de harina con el puño y letra de su esposo. En el momento que tomó el billete en sus manos, llegaron Anita, Tavito y Javier, se pararon junto a ella y al unísono suplicaron: tenemos hambre mamá.

"Toc toc, toc toc" -Javier, ve y abre la puerta-, cuando el pequeño jaló la manija vio frente a él una cacerola humeante -Dile a tu mamá que se la manda mi mami Cecy- Remigia corrió ayudar, tomó el utensilio, lo puso sobre la estufa, llenó una jarra con agua, vertió una poca junto a un puré de tomate, dos pizcas de sal y aquella sopa de lentejas alcanzó exactamente para sus tres hijos;  al final, Remigia tomó una tortilla de maíz olvidada en la servilleta que las mantenía calientes, la pasó por los platos de sus hijos y aprovechó la sopa embarrada en las paredes de los recipientes, la saboreó y dio gracias a Dios por los alimentos.

El sol cayó, Remigia asomó la cabeza en el trastero y sacó todas las cosas que había dentro de él -¡Bendito Dios!- exclamó, había una bolsa de plástico azul con cartas para jugar lotería, y al fondo, varios puñados de frijoles y piedritas, separó piedras, lavó frijoles y los puso a cocer con ajo y bastante agua, los machacó y agregó sal -Tavitooooo, ve a la tienda y pídele 6 pesos de tortillas de ayer a don Chemita- justo en la entrada del abarrotes y tortillería había una caja de plástico que decía "Tortillas del día anterior", Tavito tomó el último paquete y lo llevó a casa. En la cocina, Remigia tenía un sartén con aceite caliente, pasó las tortillas, las dobló encima de un plato, bañó con los frijoles aguados y sirvió a sus tres hijos; al final, quedarón dos tortillas, las troceó, sumergió en la olla de los frijoles y así disfrutó su cena después de acostar a los tres pequeños -Catorce pesos, catorce pesos, catorce pesos- se decía Remigia así misma mientras miraba al techo tratando de conciliar el sueño...

-Qui qui ri quiiiiiiii-

-Clo clo clocloclooo-

Todos los días, a las 6 de la mañana, sonaba puntualmente el despertador de Remigia: gallos y gallinas del vecino llenaban de ruido la cuadra completa; luego, la mujer sujetaba su cabello formando una trenza y atándola con un listón, enjuagaba su cara e inmediatamente salía a barrer las flores de bugambilia que cubrían la entrada de su casa -¡Diez pesos! ¿A poco si serán 10 pesos?- Remigia se agachó, le sopló a la moneda, sacó los catorce pesos de su monedero y caminó enjundiosa al abarrotes -Buen día don Chemita, me da 4 huevos y la feria de tortillas por favor- Con una sonrisa dibujada en su rostro, Remigia tomó una bolsita con 4 blanquillos y un envoltorio de papel con tortillas recién hechas.

-Levántense, ya está el desayuno- esa mañana, Remigia fue la madre más feliz; a los minutos llegó su marido al que le había tocado trabajar doble turno en la costa de Hermosillo, y le compartió el huevo revuelto que había preparado para ella.

En el 2021 había en el mundo 282 millones de personas que no tenían alimento; en el 2022, rondaban los 345 millones. En el 2023, podrían morir de hambre 50 millones de personas*, casi la misma cifra de muertos que en la Segunda Guerra Mundial. Si estás vivo leyendo esto, agradécelo, es muy probable que hayas tenido una mamá que estiró el dinero para que pudieras alimentarte, a veces, incluso sacrificando su propia comida.

*Según informe de la ONU

Chef Juan Angel Vásquez - Licenciado en Periodismo y chef profesional, creador de contenidos gastronómicos para plataformas digitales y embajador de marcas de alimentos. 

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